MEMORIA DE UN LOCAL CENTENARIO: ARENAL 30

Hemos pasado por muchas cosas buenas y malas en nuestro emblemático local de Arenal 30, que ahora tenemos que abandonar con gran pena. Pero nos vamos con el enorme orgullo de haber mantenido nuestra huella durante los más de 100 años de presencia en este entrañable establecimiento, que seguirá siendo una parte importante de nuestra Historia y también de la memoria de muchos madrileños.
Una de las tiendas más antiguas de Viena Capellanes es la de la calle Arenal que -a finales del siglo XIX- era una vía muy concurrida de nuestra capital y lugar de tránsito obligado para transportistas, comerciantes y transeúntes de todo tipo. Día y noche el ruido impedía el descanso de los vecinos y a tal punto pareció infernal el ruido que generaban los cascos de los caballos y las ruedas de hierro de las carretas que pasaban incansables por su empedrada calzada, que allá por el año 1896, las autoridades decidieron cubrir el suelo de la vía con gruesas planchas de corcho para amortiguar el sonido. La experiencia parecía una maravilla hasta que llegaron las primeras lluvias que ablandaron el corcho y destrozaron la obra, por lo que hubo que retirar los restos y volver a acostumbrarse al ruido sin saber, todavía, que lo que venía sería mucho peor cuando aparecieran los primeros automóviles por la capital.
El ruido y las aglomeraciones no eran las únicas preocupaciones de los habitantes de Madrid en el cambio de siglo y la tienda de Arenal fue testigo de varios acontecimientos decisivos en la historia del comercio capitalino. Las condiciones de vida y las laborales eran muy duras, sobre todo para los obreros y los trabajadores de los pequeños comercios. En el caso de la panadería, como el trabajo de panadero era duro y el sueldo escaso, los operarios se sindicaban para obtener protección organizándose bajo el denominado “Sindicato de las Artes Blancas”, en torno a la Casa del Pueblo. Pero fuera del grupo que conformaba este oficio quedaba un sector aún más indefenso, el de los repartidores de pan. Su debilidad venía, sobre todo, de que eran el último eslabón de la cadena en la comercialización del género. Hay que tener en cuenta que aunque el pan se consumía en grandes cantidades, el margen de beneficio para los propietarios era escaso, pues el precio de venta se ajustaba casi en paridad con el de la harina, de manera que, cuando la crisis era fuerte y el Ayuntamiento solicitaba que disminuyera el precio, todos se echaban las manos a la cabeza. Los harineros y tahoneros se oponían porque no estaban dispuestos a perder dinero y temían insinuar siquiera una posible reducción del salario de unos trabajadores, que, realmente, no podían trabajar por menos jornal del que tenían.
Por eso, cuando en 1914 hubo de negociarse la bajada del precio del pan en la capital, se optó por lo que se suponía que era el “mal menor”: eliminar el reparto a domicilio, lo que provocó que los repartidores, jóvenes muchachos en su mayoría, se manifestaran violentamente en las calles de Madrid. El martes 7 de abril se reunieron todos en la Plaza de Isabel II provistos de bastones y de palos, y solo se disolvieron cuando apareció la policía montada a intentar poner orden. Al poco tiempo, sin embargo, se reagruparon y se dirigieron todos en grupo a la panadería más cercana, que resultó ser la de Viena Capellanes de la calle Arenal. Ahí descargaron su rabia por haber quedado sin trabajo y arremetieron con piedras contra los escaparates, que quedaron destrozados, al igual que el coche de reparto aparcado a la puerta. La policía volvió a la carga, y los repartidores huyeron, perdiéndose por la calle Fuentes, y adyacentes.
Son muchos los recuerdos que nos trae nuestra sucursal de la calle Arenal, que a finales de verano cerrará sus puertas definitivamente.
No podemos despedirnos de ella sin rememorar como -por su cercanía al Palacio Real- fue durante muchos años el local desde el que se proveía a la Casa Real y contó con un hermoso Salón de Té denominado “Reina Victoria”, rebautizado, por imperativo legal, como “Salón Victoria” durante los años de la República.
El altillo del propio local, estuvo habilitado como precaria vivienda, y en ella vivieron durante varios años Antonio Lence Fernández y su mujer María Mora Cid, quienes empezaron a formar allí su familia: la saga de los Lence Mora. En ese humilde hogar, nacieron los dos hijos mayores de la pareja, Matilde y Antonio… Muchos años después y en distintos momentos históricos, los dos Antonios llegarían a ser presidentes de Viena Capellanes.
La tienda de Arenal también fue, junto con la sucursal de San Bernardo, una de las primeras tiendas explotadas en un régimen similar al de las actuales franquicias cuando, en los años 20, la tomó bajo su cargo Bernardo Blanco Martínez, con el compromiso contractual de pagar 75 pesetas al mes por el derecho a usar la marca Viena Capellanes, vendiendo en exclusiva el pan y productos elaborados en sus obradores. Con este curioso sistema de contratación mercantil, se aseguraba la continuidad del buen nombre de la Empresa.
A la tienda de Arenal le tocó también vivir los estragos de la Guerra Civil cuando sufrió los efectos de las bombas durante el Asedio de Madrid, sufriendo graves daños en su estructura. Aunque después de la Guerra se emprendieron reparaciones, y el local se reabrió un tanto en precario, unos años después hubo de volver a cerrar sus puertas, por las consecuencias de los daños estructurales mal resueltos en su día, que obligaron a apear el edificio desde el interior de nuestro local, permaneciendo así durante varios años hasta la rehabilitación total del Edificio Opera Plaza durante los años 80.
Una vez reformado el edificio, se planteó una disputa legal a consecuencia de un fraude inmobiliario, que culminó en la irregular apertura en nuestro local de una oficina bancaria. Después de defender nuestros derechos en los tribunales, conseguimos recuperar el local a finales de los años 90, y en ese momento lo reformamos por completo, adaptándolo a la nueva estructura del edificio, que había supuesto una absoluta modificación del antiguo espacio. Esta reforma, con un diseño renovado al estilo de los otros locales que en aquellos años tenía nuestra cadena, tuvo una gran acogida de vecinos y transeúntes, que encontraron en nuestra tienda de la calle Arenal un nuevo lugar donde compartir y recuperar viejos recuerdos.
Hemos pasado por muchas cosas buenas y malas en nuestro emblemático local de Arenal 30, que ahora tenemos que abandonar con gran pena. Pero nos vamos con el enorme orgullo de haber mantenido nuestra huella durante los más de 100 años de presencia en este entrañable establecimiento, que seguirá siendo una parte importante de nuestra Historia y también de la memoria de muchos madrileños.
En todo caso, no queremos abandonar el barrio que nos vio nacer en aquel lejano 1873, con la primera tahona de Viena, en el cercano edificio de los “Capellanes” en la actual calle Maestro Victoria, que aportó el apellido a nuestro nombre, y para ello hemos garantizado nuestra presencia en la muy cercana calle de Bordadores 9, donde nos trasladaremos a mediados de septiembre de 2018. Este nuevo local, ubicado también en un edificio histórico, nos permitirá seguir ofreciendo a nuestros clientes de la zona toda nuestra amplia oferta de productos y servicios, en un entorno agradable y moderno, que conservará todo el sabor y la tradición de Viena Capellanes.
El ruido y las aglomeraciones no eran las únicas preocupaciones de los habitantes de Madrid en el cambio de siglo y la tienda de Arenal fue testigo de varios acontecimientos decisivos en la historia del comercio capitalino. Las condiciones de vida y las laborales eran muy duras, sobre todo para los obreros y los trabajadores de los pequeños comercios. En el caso de la panadería, como el trabajo de panadero era duro y el sueldo escaso, los operarios se sindicaban para obtener protección organizándose bajo el denominado “Sindicato de las Artes Blancas”, en torno a la Casa del Pueblo. Pero fuera del grupo que conformaba este oficio quedaba un sector aún más indefenso, el de los repartidores de pan. Su debilidad venía, sobre todo, de que eran el último eslabón de la cadena en la comercialización del género. Hay que tener en cuenta que aunque el pan se consumía en grandes cantidades, el margen de beneficio para los propietarios era escaso, pues el precio de venta se ajustaba casi en paridad con el de la harina, de manera que, cuando la crisis era fuerte y el Ayuntamiento solicitaba que disminuyera el precio, todos se echaban las manos a la cabeza. Los harineros y tahoneros se oponían porque no estaban dispuestos a perder dinero y temían insinuar siquiera una posible reducción del salario de unos trabajadores, que, realmente, no podían trabajar por menos jornal del que tenían.

Por eso, cuando en 1914 hubo de negociarse la bajada del precio del pan en la capital, se optó por lo que se suponía que era el “mal menor”: eliminar el reparto a domicilio, lo que provocó que los repartidores, jóvenes muchachos en su mayoría, se manifestaran violentamente en las calles de Madrid. El martes 7 de abril se reunieron todos en la Plaza de Isabel II provistos de bastones y de palos, y solo se disolvieron cuando apareció la policía montada a intentar poner orden. Al poco tiempo, sin embargo, se reagruparon y se dirigieron todos en grupo a la panadería más cercana, que resultó ser la de Viena Capellanes de la calle Arenal. Ahí descargaron su rabia por haber quedado sin trabajo y arremetieron con piedras contra los escaparates, que quedaron destrozados, al igual que el coche de reparto aparcado a la puerta. La policía volvió a la carga, y los repartidores huyeron, perdiéndose por la calle Fuentes, y adyacentes.

Son muchos los recuerdos que nos trae nuestra sucursal de la calle Arenal, que a finales de verano cerrará sus puertas definitivamente.
No podemos despedirnos de ella sin rememorar como -por su cercanía al Palacio Real- fue durante muchos años el local desde el que se proveía a la Casa Real y contó con un hermoso Salón de Té denominado “Reina Victoria”, rebautizado, por imperativo legal, como “Salón Victoria” durante los años de la República.

El altillo del propio local, estuvo habilitado como precaria vivienda, y en ella vivieron durante varios años Antonio Lence Fernández y su mujer María Mora Cid, quienes empezaron a formar allí su familia: la saga de los Lence Mora. En ese humilde hogar, nacieron los dos hijos mayores de la pareja, Matilde y Antonio… Muchos años después y en distintos momentos históricos, los dos Antonios llegarían a ser presidentes de Viena Capellanes.


La tienda de Arenal también fue, junto con la sucursal de San Bernardo, una de las primeras tiendas explotadas en un régimen similar al de las actuales franquicias cuando, en los años 20, la tomó bajo su cargo Bernardo Blanco Martínez, con el compromiso contractual de pagar 75 pesetas al mes por el derecho a usar la marca Viena Capellanes, vendiendo en exclusiva el pan y productos elaborados en sus obradores. Con este curioso sistema de contratación mercantil, se aseguraba la continuidad del buen nombre de la Empresa.

A la tienda de Arenal le tocó también vivir los estragos de la Guerra Civil cuando sufrió los efectos de las bombas durante el Asedio de Madrid, sufriendo graves daños en su estructura. Aunque después de la Guerra se emprendieron reparaciones, y el local se reabrió un tanto en precario, unos años después hubo de volver a cerrar sus puertas, por las consecuencias de los daños estructurales mal resueltos en su día, que obligaron a apear el edificio desde el interior de nuestro local, permaneciendo así durante varios años hasta la rehabilitación total del Edificio Opera Plaza durante los años 80.

Una vez reformado el edificio, se planteó una disputa legal a consecuencia de un fraude inmobiliario, que culminó en la irregular apertura en nuestro local de una oficina bancaria. Después de defender nuestros derechos en los tribunales, conseguimos recuperar el local a finales de los años 90, y en ese momento lo reformamos por completo, adaptándolo a la nueva estructura del edificio, que había supuesto una absoluta modificación del antiguo espacio. Esta reforma, con un diseño renovado al estilo de los otros locales que en aquellos años tenía nuestra cadena, tuvo una gran acogida de vecinos y transeúntes, que encontraron en nuestra tienda de la calle Arenal un nuevo lugar donde compartir y recuperar viejos recuerdos.
Hemos pasado por muchas cosas buenas y malas en nuestro emblemático local de Arenal 30, que ahora tenemos que abandonar con gran pena. Pero nos vamos con el enorme orgullo de haber mantenido nuestra huella durante los más de 100 años de presencia en este entrañable establecimiento, que seguirá siendo una parte importante de nuestra Historia y también de la memoria de muchos madrileños.

En todo caso, no queremos abandonar el barrio que nos vio nacer en aquel lejano 1873, con la primera tahona de Viena, en el cercano edificio de los “Capellanes” en la actual calle Maestro Victoria, que aportó el apellido a nuestro nombre, y para ello hemos garantizado nuestra presencia en la muy cercana calle de Bordadores 9, donde nos trasladaremos a mediados de septiembre de 2018. Este nuevo local, ubicado también en un edificio histórico, nos permitirá seguir ofreciendo a nuestros clientes de la zona toda nuestra amplia oferta de productos y servicios, en un entorno agradable y moderno, que conservará todo el sabor y la tradición de Viena Capellanes.
