Nunca ahorrar fue tan dulce
En 1909 se creó en España la Caja de Ahorro Postal para fomentar el ahorro. El sistema era muy simple y una de las mayores ventajas que tenía era que se podían hacer ingresos sin necesidad de tener un banco cerca. Fue el sistema favorito de ahorro durante décadas entre aquellos que no tenían ingresos estables...
En 1909 se creó en España la Caja de Ahorro Postal para fomentar el ahorro. El sistema era muy simple y una de las mayores ventajas que tenía era que se podían hacer ingresos sin necesidad de tener un banco cerca. Fue el sistema favorito de ahorro durante décadas entre aquellos que no tenían ingresos estables como, por ejemplo, los niños menores de catorce años, que no contaban con autorización para trabajar. Estos podían comprar estampillas en correos (o a los carteros) que se iban pegando en una hoja. Al llenar la hoja completa se reconocía un valor predeterminado una vez que era entregado en las oficinas postales con firma del propietario de la cartilla y el sello del funcionario que lo recibía.
Hoy en día nos parece raro. Con un banco en cada esquina y el acceso a internet por todas partes y con un servicio de correos que resulta cada día más obsoleto para muchos de nosotros (aunque la Caja Postal funcionó hasta la década de los 90, lo que nos recuerda que hay muchas realidades distintas a las nuestras), cuesta trabajo imaginar que los funcionarios de correos fueron durante una época prácticamente el único vínculo que buena parte de los ciudadanos tenían con el resto del país.
Así, la creación de las cartillas postales fue un bombazo en la España de principios de siglo XX, incluso en la capital madrileña. Manuel Lence, que se las sabía todas, no perdió ocasión de intervenir en el proceso y hacer partícipe a su empresa. Por su propia experiencia de niño inmigrante llegado desde un medio rural a la capital en busca de sustento, sabía bien lo difícil que era tener dinero, mucho más tener ahorros, sobre todo para los chicos jóvenes, las amas de casa, los estudiantes, o los sirvientes con sueldos de miseria. Y por eso estableció un sistema para favorecer que la compra de un producto tan cotidiano como el pan se terminara convirtiendo en algo rentable. Para ello entró en negociaciones con la Caja Postal y les propuso distribuir cartillas y cupones entre su público más fiel en función de sus adquisiciones. El sistema consistía en otorgar a sus clientes el valor de 5 pesetas en estampillas del Ahorro Postal por cada 100 tickets de compra presentados. Un año después de ponerlo en práctica, había otorgado a sus clientes 2.500 cartillas de 5 pesetas, lo que le valió que la Caja Postal le otorgara la medalla de plata del ahorro postal creada por Real Orden de 16 de septiembre de 1916. Así lo recogía la edición del periódico “El Día” que ilustra esta anécdota.
El sistema de ahorro postal sufrió un pequeño parón al estallar la Primera Guerra Mundial, pero para 1917, año en que Viena Capellanes recibió la medalla, estaba de nuevo en su apogeo debido a que España no intervino en la contienda. La gran ventaja que tuvo la Caja Postal frente a otras cajas de ahorro fue que contaba con el apoyo de los carteros que llegaban hasta a las aldeas más recónditas. La gran ventaja del impulso dado por Manuel Lence fue que brindaba la posibilidad de comenzar con el ahorro de manera fácil, lo que fue un estupendo estímulo teniendo en cuenta la tan dulce y agradable manera de acumular los tickets a partir de la compra de pan, golosinas, pasteles, etc.
Viena Capellanes, a través de Manuel Lence y después de sus sucesores, ha tenido varias exitosas campañas publicitarias de compensación al consumo, pero si tuviéramos que quedarnos con alguna, lo haríamos con ésta porque dice mucho del espíritu innovador y paciente del fundador de la Casa, que se ve reflejado cada día en el quehacer cotidiano de la misma.
Hoy en día nos parece raro. Con un banco en cada esquina y el acceso a internet por todas partes y con un servicio de correos que resulta cada día más obsoleto para muchos de nosotros (aunque la Caja Postal funcionó hasta la década de los 90, lo que nos recuerda que hay muchas realidades distintas a las nuestras), cuesta trabajo imaginar que los funcionarios de correos fueron durante una época prácticamente el único vínculo que buena parte de los ciudadanos tenían con el resto del país.
Así, la creación de las cartillas postales fue un bombazo en la España de principios de siglo XX, incluso en la capital madrileña. Manuel Lence, que se las sabía todas, no perdió ocasión de intervenir en el proceso y hacer partícipe a su empresa. Por su propia experiencia de niño inmigrante llegado desde un medio rural a la capital en busca de sustento, sabía bien lo difícil que era tener dinero, mucho más tener ahorros, sobre todo para los chicos jóvenes, las amas de casa, los estudiantes, o los sirvientes con sueldos de miseria. Y por eso estableció un sistema para favorecer que la compra de un producto tan cotidiano como el pan se terminara convirtiendo en algo rentable. Para ello entró en negociaciones con la Caja Postal y les propuso distribuir cartillas y cupones entre su público más fiel en función de sus adquisiciones. El sistema consistía en otorgar a sus clientes el valor de 5 pesetas en estampillas del Ahorro Postal por cada 100 tickets de compra presentados. Un año después de ponerlo en práctica, había otorgado a sus clientes 2.500 cartillas de 5 pesetas, lo que le valió que la Caja Postal le otorgara la medalla de plata del ahorro postal creada por Real Orden de 16 de septiembre de 1916. Así lo recogía la edición del periódico “El Día” que ilustra esta anécdota.
El sistema de ahorro postal sufrió un pequeño parón al estallar la Primera Guerra Mundial, pero para 1917, año en que Viena Capellanes recibió la medalla, estaba de nuevo en su apogeo debido a que España no intervino en la contienda. La gran ventaja que tuvo la Caja Postal frente a otras cajas de ahorro fue que contaba con el apoyo de los carteros que llegaban hasta a las aldeas más recónditas. La gran ventaja del impulso dado por Manuel Lence fue que brindaba la posibilidad de comenzar con el ahorro de manera fácil, lo que fue un estupendo estímulo teniendo en cuenta la tan dulce y agradable manera de acumular los tickets a partir de la compra de pan, golosinas, pasteles, etc.
Viena Capellanes, a través de Manuel Lence y después de sus sucesores, ha tenido varias exitosas campañas publicitarias de compensación al consumo, pero si tuviéramos que quedarnos con alguna, lo haríamos con ésta porque dice mucho del espíritu innovador y paciente del fundador de la Casa, que se ve reflejado cada día en el quehacer cotidiano de la misma.